Gea, la madre de todo

Errante, nuestro planeta, nuestro hogar, navega errante, como un navío desarbolado gobernado por una tripulación de piratas insaciables…




Los antiguos griegos llamaban a la tierra Gea y, en el comienzo de sus creaciones mitológicas, la concibieron como el elemento primordial, el seno materno del que fueron surgiendo, sin intervención de ningún elemento masculino, Urano (el cielo, que la recubría y protegía por completo) y Ponto (el mar).

Nacidos de la tierra, el mar y el cielo formaban con ella los tres elementos esenciales que, desde las incipientes interpretaciones mitológicas brotadas de la primeriza imaginación de los antiguos griegos, dieron lugar a todos los seres vivos que pueblan nuestro planeta. Desde el principio, la imaginación de aquellos seres ingenuos y desvalidos captó, con la precisión incomparable de las mentes curiosas y observadoras, que del equilibrio de la tierra con sus primeros hijos, el mar y el cielo, dependía en primer y último término la vida de todos ellos.

Con el paso del tiempo, cuando la imaginación de los griegos había personificado ya la mayoría de las fuerzas que habían sido percibidas como elementos primordiales del mundo, Gea fue considerada la madre de todos los dioses, es decir, la madre universal. Como tal, respondía a las preguntas de sus hijos, especialmente los seres humanos, que, observándola, podían intuir, deducir y, algunas veces, ver lo que el futuro habría de concederles. Y así, Gea fue considerada como la inspiradora de un número muy considerable de oráculos, pues poseía los secretos del destino y sus vaticinios eran mucho más antiguos y, por supuesto, mucho más fiables que los del propio dios Apolo.

Hoy ya no creemos en oráculos. Hemos confundido con cujentos los mitos que la imaginación de nuestros antepadados nos dejó como herencia, y hemnos decidido enconmendar nuestro destino a la Ciencia. Mas la tierra, el mar y el cielo siguen dando sus oráculos. Ya nolos llamamos así, ni quienes intentan comprenderlos son adivinos, ni pitias(poetisas de apolo) capaces de entender el oscuro lenguaje de los dioses. Sin embargo, los científicos, aquellos que han abandonado el pensamiento mítico para entregarse por completo a la razón, han empezado al interpretar, de nuevo, los mensajes que día a día nos envía la madre tierra y sus dos hijos primigenios: Ponto (los océanos) y Urano (la atmósfera). Y no son mensaje de esperanza: ciudades sumergidas, pueblos transformados en hondos cementerios; desesperación y miedo en los rostros de los pobres, que empiezan a comprender cómo la avidez de los poderosos está quebrando el horizonte de sus sueños

Estamos matando la tierra entre todos.