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Remedios frente al «viejo» catalanismo
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Remedios frente al «viejo» catalanismo
Remedios frente al «viejo» catalanismo
El presidente de Tribuna Barcelona, Antoni Serra Ramoneda, y Francesc de Carreras, ayer en Barcelona. Foto: DANNY CAMINAL
JOSE RICO
BARCELONA
El cambio que supuso la transición del franquismo a la democracia en España no tuvo una traslación al catalanismo político, que sigue hoy anquilosado en los mismos preceptos que le dieron vida a finales del siglo XIX. A esa conclusión llega el catedrático de Derecho Constitucional Francesc de Carreras tras juzgar la evolución histórica de una ideología de la que se descolgó a principios de los años 80. El jurista afirmó ayer que el catalanismo de hoy, recuperado hace tres décadas por Jordi Pujol tras años de silencio, es el «viejo» catalanismo, el mismo que Valentí Almirall postuló en 1886. Que no ha evolucionado en paralelo a los cambios de la sociedad. Para esta dolencia, Carreras echó mano del manual del no nacionalista y recetó a los partidos que acepten los beneficios de Catalunya dentro de una España cuasi federal, los beneficios de la diversidad lingüística y cultural, y la necesidad de que la política satisfaga los intereses generales de la ciudadanía.
Siguiendo el patrón del izquierdista desencantado, Carreras no hizo equilibrios y atacó especialmente a los partidos de izquierdas por haber comprado el mensaje del nacionalismo tras la dictadura. Ese mensaje que entiende que no ha variado a lo largo de los tiempos. «El catalanismo tuvo sentido a principios del siglo XX, como crítica al Estado centralista. Pero la Constitución de 1978 recogió buena parte de las reivindicaciones del viejo catalanismo. Sin embargo, eso se interiorizó en Catalunya como una gran derrota», expuso Carreras durante su conferencia en Tribuna Barcelona, foro de opinión de EL PERIÓDICO.
PUJOLISMO / Es en ese momento, a partir de 1975, cuando, aseguró el constitucionalista, el «viejo» catalanismo requería un lavado de cara, adaptar los planteamientos a una Catalunya de seis millones de personas, y no a la de 2,3 millones de 1939; a una Catalunya industrializada, con clases medias fuertes y de mentalidad moderna. Pero llegó el pujolismo y, según Carreras, se truncó el experimento. «No tuvo en cuenta lo suficiente los cambios sociales y se dedicó a fer país en lugar de a gobernar el país», afirmó. Y en la diferencia entre hacer y gobernar radica la clave de todo: del «adoctrinamiento» nacionalista, de la «imposición de reglas no traspasables» so pena de ser postergado al «silencio», de la clasificación entre catalanistas y españolistas, y de la definición de estos últimos como «malos catalanes».
A escala institucional, Carreras recriminó al nacionalismo que considere «sucursalistas» a los partidos que tienen su raíz fuera de Catalunya. A esta «máquina de introducir ideología» contribuyen con creces, aseguró, los medios de comunicación públicos –TV-3 y Catalunya Ràdio–, el sistema educativo y la política de multas lingüísticas. «La autonomía se ha convertido en un pequeño estado que duplica las administraciones, aumenta el gasto y genera disfuncionalidades», concluyó el catedrático, quien remachó que los nacionalistas han convertido al Estado español en un «ente artificial exterior».
FUTURO PESIMISTA / Cambiar toda esta dinámica es, en su opinión, un ejercicio complicado. Carreras se confesó «pesimista» cara al futuro, después de siete años de tripartito de izquierdas. «Un país que está basado en la fe y en las creencias necesitaría más que nunca una dosis de razón, de sentido común. Pero resulta que, para colmo, la opinión pública está callada y sumisa», resumió.
El jurista situó el Estatut dentro de los instrumentos que, dijo, solo sirven para fer país, pero no para gobernarlo. De nuevo, culpó a la izquierda de haber hecho seguidismo del discurso nacionalista: «La confusión y la incertidumbre les llevaron en la dirección equivocada».
- • Francesc de Carreras exige al nacionalismo que acepte la diversidad cultural y lingüística como una riqueza
El presidente de Tribuna Barcelona, Antoni Serra Ramoneda, y Francesc de Carreras, ayer en Barcelona. Foto: DANNY CAMINAL
JOSE RICO
BARCELONA
El cambio que supuso la transición del franquismo a la democracia en España no tuvo una traslación al catalanismo político, que sigue hoy anquilosado en los mismos preceptos que le dieron vida a finales del siglo XIX. A esa conclusión llega el catedrático de Derecho Constitucional Francesc de Carreras tras juzgar la evolución histórica de una ideología de la que se descolgó a principios de los años 80. El jurista afirmó ayer que el catalanismo de hoy, recuperado hace tres décadas por Jordi Pujol tras años de silencio, es el «viejo» catalanismo, el mismo que Valentí Almirall postuló en 1886. Que no ha evolucionado en paralelo a los cambios de la sociedad. Para esta dolencia, Carreras echó mano del manual del no nacionalista y recetó a los partidos que acepten los beneficios de Catalunya dentro de una España cuasi federal, los beneficios de la diversidad lingüística y cultural, y la necesidad de que la política satisfaga los intereses generales de la ciudadanía.
Siguiendo el patrón del izquierdista desencantado, Carreras no hizo equilibrios y atacó especialmente a los partidos de izquierdas por haber comprado el mensaje del nacionalismo tras la dictadura. Ese mensaje que entiende que no ha variado a lo largo de los tiempos. «El catalanismo tuvo sentido a principios del siglo XX, como crítica al Estado centralista. Pero la Constitución de 1978 recogió buena parte de las reivindicaciones del viejo catalanismo. Sin embargo, eso se interiorizó en Catalunya como una gran derrota», expuso Carreras durante su conferencia en Tribuna Barcelona, foro de opinión de EL PERIÓDICO.
PUJOLISMO / Es en ese momento, a partir de 1975, cuando, aseguró el constitucionalista, el «viejo» catalanismo requería un lavado de cara, adaptar los planteamientos a una Catalunya de seis millones de personas, y no a la de 2,3 millones de 1939; a una Catalunya industrializada, con clases medias fuertes y de mentalidad moderna. Pero llegó el pujolismo y, según Carreras, se truncó el experimento. «No tuvo en cuenta lo suficiente los cambios sociales y se dedicó a fer país en lugar de a gobernar el país», afirmó. Y en la diferencia entre hacer y gobernar radica la clave de todo: del «adoctrinamiento» nacionalista, de la «imposición de reglas no traspasables» so pena de ser postergado al «silencio», de la clasificación entre catalanistas y españolistas, y de la definición de estos últimos como «malos catalanes».
A escala institucional, Carreras recriminó al nacionalismo que considere «sucursalistas» a los partidos que tienen su raíz fuera de Catalunya. A esta «máquina de introducir ideología» contribuyen con creces, aseguró, los medios de comunicación públicos –TV-3 y Catalunya Ràdio–, el sistema educativo y la política de multas lingüísticas. «La autonomía se ha convertido en un pequeño estado que duplica las administraciones, aumenta el gasto y genera disfuncionalidades», concluyó el catedrático, quien remachó que los nacionalistas han convertido al Estado español en un «ente artificial exterior».
FUTURO PESIMISTA / Cambiar toda esta dinámica es, en su opinión, un ejercicio complicado. Carreras se confesó «pesimista» cara al futuro, después de siete años de tripartito de izquierdas. «Un país que está basado en la fe y en las creencias necesitaría más que nunca una dosis de razón, de sentido común. Pero resulta que, para colmo, la opinión pública está callada y sumisa», resumió.
El jurista situó el Estatut dentro de los instrumentos que, dijo, solo sirven para fer país, pero no para gobernarlo. De nuevo, culpó a la izquierda de haber hecho seguidismo del discurso nacionalista: «La confusión y la incertidumbre les llevaron en la dirección equivocada».
Re01- Nombre de missatges : 96
Fecha de inscripción : 24/08/2009
FRANCESC DE CARRERAS: De miembro del PSUC a azote del nacionalismo
FRANCESC DE CARRERAS: De miembro del PSUC a azote del nacionalismo
HIJO DE CATALANISTA
En su casa vivió Francesc de Carreras (Barcelona, 1943) el viejo catalanismo que tanto combate. Su padre, el abogado Narcís de Carreras, fue una hombre de la clase dirigente catalana. Cercano a la Lliga Regionalista de Catalunya en su juventud (fue secretario personal de Francesc Cambó), presidió el FC Barcelona entre 1968 y 1969 (suyo es el lema el Barça es más que un club) y dirigió La Caixa 15 años, siendo sustituido por Juan Antonio Samaranch.
ÉPOCA DE DESENCANTO
Activo militante antifranquista, Francesc de Carreras se unió en 1967 al PSUC, la izquierda catalana más representativa en la época clandestina. Tras el restablecimiento de la democracia, consideró que el PSUC derivaba hacia el nacionalismo al integrarse en ICV y abandonó la organización para ocuparse de su cátedra de Derecho Constitucional en la UAB. Fue miembro del Consell Consultiu de la Generalitat entre los años 1981 y 1998.
MOVIMIENTOS CRÍTICOS
Su actitud crítica hacia la «deriva nacionalista» del PSC, lo empujó a participar en iniciativas cívicas, como el Foro Babel, cuya actividad se centró en defender el bilingüismo y advertir contra el uso político de la lengua y la cultura catalanas. Con la llegada del tripartito y el debate estatutario, su firma se unió a la de otros intelectuales en el manifiesto Ciutadans de Catalunya, germen del partido homónimo, hoy en el Parlament.
HIJO DE CATALANISTA
En su casa vivió Francesc de Carreras (Barcelona, 1943) el viejo catalanismo que tanto combate. Su padre, el abogado Narcís de Carreras, fue una hombre de la clase dirigente catalana. Cercano a la Lliga Regionalista de Catalunya en su juventud (fue secretario personal de Francesc Cambó), presidió el FC Barcelona entre 1968 y 1969 (suyo es el lema el Barça es más que un club) y dirigió La Caixa 15 años, siendo sustituido por Juan Antonio Samaranch.
ÉPOCA DE DESENCANTO
Activo militante antifranquista, Francesc de Carreras se unió en 1967 al PSUC, la izquierda catalana más representativa en la época clandestina. Tras el restablecimiento de la democracia, consideró que el PSUC derivaba hacia el nacionalismo al integrarse en ICV y abandonó la organización para ocuparse de su cátedra de Derecho Constitucional en la UAB. Fue miembro del Consell Consultiu de la Generalitat entre los años 1981 y 1998.
MOVIMIENTOS CRÍTICOS
Su actitud crítica hacia la «deriva nacionalista» del PSC, lo empujó a participar en iniciativas cívicas, como el Foro Babel, cuya actividad se centró en defender el bilingüismo y advertir contra el uso político de la lengua y la cultura catalanas. Con la llegada del tripartito y el debate estatutario, su firma se unió a la de otros intelectuales en el manifiesto Ciutadans de Catalunya, germen del partido homónimo, hoy en el Parlament.
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